Reseñas

 Tomarse la vida con humor

Título: Inspector Martinuchi (el barroso caso del cuco Moscuco)
Autor: David Wapner
Ilustradora: Mónica Weiss
Editorial: Comunicarte
Colección: “Veinte escalones”


El inspector Martinuchi es delirante. Ridículo y exagerado. Algo imprevisible y paranoico. Eso: sobre todo paranoico. El inspector Martinuchi sería una delicia para cualquier psicólogo. Uno de esos locos lindos que sin duda causarían espanto en la vida real. Sin embargo,  en ese mundo paralelo imaginario que vive dentro de los libros Martinuchi es un personaje adorable. De esos que se quedan en la retina por un tiempo, porque Martinuchi es muy visual. Muy esperpéntico. Escuchamos sus diálogos hilarantes, sus paradójicamente razonables sinsentidos, sus reflexiones disparatadas y vemos su bigote, sus anteojos, su inútil impermeable de frazada. Uno va leyendo y ve pasar las distintas acciones como una película. Como una obra de teatro. De hecho, Wapner, fiel a su trayectoria, nos regala un capítulo (el VIII) íntegramente escrito como una obra teatral.
Si al comienzo el protagonista nos hace pensar en tantos inspectores sublimes (Jacques Clouseau y Maxwell Smart fueron mis preferidos) a medida que avanzamos en la lectura nos vamos dando cuenta de que en esta novela hay otra lógica. No se trata solo del personaje: es todo el mundo posible imaginado por Wapner que está patas para arriba. Es su madre diciendo que el cuco está en Francia o en Rusia. Es Farías convencido de que el mejor método para dormir es chuparse el dedo. Es Garmendizábal y sus caramelos. Es el desconocido narrador que lo persigue, y también los llamados de  Yusupov. Un mundo del revés al que nos cuesta entrar en un principio pero que enseguida se vuelve familiar y podemos recorrer con gusto.  Porque la Rusia que visita Martinuchi en su búsqueda desenfrenada se parece un poco a aquel País de las Maravillas que hace más de un siglo visitó Alicia. Y aquellas reflexiones de Hampty Dumpty acerca del lenguaje parecen ser la curiosa gramática que maneja el inspector para hablar ruso. Por si esto fuera poco, es imposible no pensar en la genial Caza del Snark a medida que avanzamos en la lectura del poema anónimo cantado por las focas.
Con semejante intertexto, la cosa no podía salir mal. Con más razón por el final que eligió Wapner, en el que los niveles narrativos se confunden y volvemos al principio de la historia.
Monica Weiss, por otra parte, reconoce esa lógica trazada por el autor y así inscribe sus ilustraciones: fragmentadas, simbólicas y creativas. Muy en consonancia con la trama.
Y ahora la advertencia: Inspector Martinuchi no es para cualquier niño de diez años. Es para aquellos que no le temen al absurdo; para los que tengan ganas de embarcarse en un mundo paralelo muy pero muy diferente al real; y más que nada para niños risueños de esos que pueden tomarse la vida con humor por más ridícula que parezca a veces. 

Inspector Martinuchi: El barroso caso del Cuco Moscuco

Por María Soledad Castro Gonzalez


Inspector Martinuchi: El barroso caso del Cuco Moscuco
El inspector Martinuchi es un hombre grande que se encuentra perturbado por un monstruo que acecha a los niños desde su imaginación: el cuco. Este disparatado trabajador de los enigmas se obsesiona con el monstruo y decide descubrir dónde se encuentra y de quién se trata.
Enredado, confuso y con un pensamiento que escapa a la lógica y  al sentido común, así se presenta Martinuchi ante el lector. Durante toda la historia, el hombre busca al famoso cuco en el baño y luego en la sílaba “ño“.
Los ñoquis y toda aquella palabra que contenga esa sílaba, tiene escondido al cuco, según el inspector, o está relacionado directa o indirectamente con él. Por eso el temido cuco afecta a los niños, que son absolutamente vulnerables frente al monstruo aprovechador. Así piensa Martinuchi.
Hasta en los sueños (sue - ños) busca la explicación que le permita resolver el acertijo que supone la existencia y paradero del monstruo.
Un sinsentido se apropia de Martinuchi y de su esencia. Su madre, su padre y Farías, el amigo de su padre, parecen darle pistas para encontrar al Cuco, pero no logra su objetivo.
No consigue dormir, come desaforadamente y saca conclusiones de lo más disparatadas, originales y graciosas. Su madre lo envía a Rusia ( Repúblicas Unidas Sin Intereses Actualizados), donde supuestamente se escapa  el cuco cuando está en problemas.  Durante el viaje al lejano país, un tal Yusupov y su secuaz, al parecer funcionario de éste, se empeñan en seguir los pasos de Martinuchi, que no deja de desconcertar a la gente con sus extraños comportamientos.
Martinuchi se convierte en un verdadero fenómeno cuando llega a Rusia. Comienza a hablar una lengua que nadie entiende y se comunica con focas y perros. Tan raro está, que él mismo  llega a percibirse como el monstruo de las nieves. El inspector sufre, da miedo y por momentos despierta la lástima, el asombro y hasta la admiración de una cantante rusa que conoce en un bar.
Disparate, delirios y momentos de lo más imaginativos abundan en esta novela de David Wapner, ilustrada por Mónica Weiss. Un historia que desconcierta pero que al mismo tiempo conmueve, tanto a chicos como a grandes.
El libro consta de dos partes. La primera tiene 8 capítulos y la segunda, tres. Esta última también cuenta con un anexo en el que “Hablan las focas” (título del Anexo) a partir de un poema anónimo, publicado en una revista de Moscú.
Un narrador omnisciente nos cuenta la historia del desafortunado inspector, pero también el lector podrá conocer el pensamiento del propio Martinuchi  y saber lo que siente en medio de tanto caos. Por último, el desconocido que lo persigue en Moscú (secuaz de Yusupov) , nos habla de las alocadas conductas de Martinuchi en la fría Rusia, territorio del Moscuco más buscado.
Un libro original, editado por Comunicarte ( Colección “Veinte Escalones”) para mentes abiertas e inquietas. Recomendado para chicos a partir de los 8 años.



David Wapner:
Nació en Buenos Aires, en 1957 y allí vivió hasta 1998, cuando se mudó a Israel. Le gusta todo lo que tiene que ver con las artes, de manera que no sólo escribe poesías, cuentos y novelas, sino que además es músico, titiritero y videasta.
De la fértil imaginación de David han salido obras hermosas, realmente originales, que experimentan mientras asombran y emocionan a los chicos, pero también a aquellos adultos que conservan sus mentes inquietas y abiertas.
Algunos de los trabajos de Wapner: Los Piojemas del Piojo Peddy, Pequeña Guía de Gaturbe, Algunos son animales y en Editorial Comunicarte, Pajarraigos, La novela Ícaro y el Inspector Martinuchi.