sábado, 6 de agosto de 2011

Martínez es Nuchi


Lo llamé a Martínez, no me atendió.
No se qué pensar, si Martínez no está en su taller, ¿en dónde?
Nunca supe que Martínez estuviese en un lugar que no sea su taller.
Tanto es así que los amigos le decíamos, “Martínez, a ver cuándo nos invitás a comer tallerínez”.
Él no se enojaba, todo lo contrario: una vez invitó a comer tallerínez.
Sirvió unos platos llenos de cables eléctricos con tuercas y salsa de tomate.
A mi no me causó gracia, dejé de verlo por medio año.
Luego volví a visitarlo, seguía en el taller.
Allí también duerme, tiene una cama.
Si quiere bañarse, hay baño con ducha.
En verano, a veces me instalo varias horas allí.
Por el ventilador de techo.
Casi no hablamos, a veces él me sirve café.
Yo lo bebo despacito, mientras miro de reojo.
Un día arregló un aparato que no sé qué era.
Él me dijo que era una computadora, pero no era verdad.
¿Por qué me mentíaa Mnartínez?
A simple viista se veía que se trataba de otra cosa.
Tenía pantalla y teclado, pero a mí no me engañaba.
Aún así, yo no abría la boca.
Luego, ya no lo tuvo más.
Le pregunté qué había pasado con el aparato,  ya lo entregué, me contestó.
No quise averiguar más, peto yo sabía muy bien que él se lo había quedado. Que lo tenía escondido en algún lugar.
O que lo camufló para confundirlo con una computadora cualquiera.
Cada tanto voy y miro de reojo.
Algún día lo voy a descubrir.

Imnspevoyryryctosr Martínez xxNuchi

martes, 2 de agosto de 2011

Aire y desaire


Querido blogo; ¿Blogo, con mayúsculas?
¿Naciste blogo, o te hicieron?
¿Cuál es tu apellido?
¿Quiénes son tus padres?
¿Cuántos hermanos tenès?
Que Octavia no se entere de que te pregunto estas cosas, no es por nada, pero, ya sabemos, estos temas la ponen de mal humor.
No, no sabemos nada, ni del humor ni de Octavia.
Ah, sí, lo que me hizo en la pizzería.
Bueno, dejémosla tranquila, no volverá a suceder.
La próxima vez la invito a un lugar en donde no haya comida.
Bebida, tampoco.
Un lugar con mucho aire para respirar y llenarnos los pulmones.
Largar el aire acumulado en los pulmones y volver a cargarlos.
Inspirar, resoplar, volver a inspirar, largar todo y volver a tragar, bocanada que sale, bocanada que entra.
Un lugar así, para estar tranquilos.
Sentados, si fuese posible.
¿En dónde hay un lugar así, eh, blogo?
¿Eh, Blogo?
En medio del río, puede ser, pero es medio peligroso.
El mar está lejos, la montaña más cercana se encuentra a 300 kilómetros de aquí.
La terraza me da vértigo.
El ventilador de techo.
La voy a invitar a respirar debajo del ventilador de techo del taller de Carlitos Martínez.
Carlitos Martínez no es de hablar mucho, así que no va a molestar.
Está siempre concentrado en las computadoras que arma y desarma.
Además, escucha música por unos auriculares, una música, por otra parte, que desconozco, sólo el la oye.
A veces se queda dormido.
Cuando despierta, suspira con ruido y continúa con lo que estaba haciendo.
Una vez le vi apagar el ventilador.
Le voy a pedir que no, que esta vez ni se le ocurra.

Inversorpector Martinuechi

lunes, 1 de agosto de 2011

Altura infinuta

Soñé de nuevo que yo era Infinuti.
El sueño era, más o menos, como el anterior.
La diferencia era que yo, que era yo e Infinuti a la vez, medía dos metros de altura.
Era un hombre alto, aunque no un gigante.
Octavia  aparecía para advertirme, sos grandote pero no gigante.
Esto me molestaba bastante, sobre todo cuando agregaba, para ser considerado gigante deberías medir por lo menos dos metros y medio.
Me ponía muy nervioso esta situación, porque no la podía remediar. Ya era bastante el haber llegado a una altura tan alta, una altura notable.
Pero había como una presión que pedía más, “Infinuti no puede quedarse a mitad de camino”.
¿Y por qué no? También me molestaba que apareciese Martinuchi, que también era yo, y me comentara que en un negocio cercano, una cuadra, vendían zancos.
Luego pasó Octavia y me pidió que le alcanzase un manojo de llaves.
Adónde está.
En aquella repisa.
La repisa estaba a tres metros y medio de altura.
Le pedí una escalera, se mató de risa en mi cara.
Me señalaba con el dedo y me decía cosas que ya no recuerdo, porque ahí desperté, rojo de la vergüenza.
Fui al baño a lavarme la cara.

Infractor Instructor Interventor Inventor Inspectotr Martinuchi

Todos nosotros somos nosotros

Yo no hago muchos problemas.
Octavia, te tengo que decir que estuviste descortés conmigo.
¿Por qué desviaste la atención de lo que de veras pasaba en la pizzería?
No te fijaste bien, pero, alrededor nuestro, estábamos sentados nosotros mismos, repetidos como cuatro veces.
A la derecha, por ejemplo, estaban Octavia y Martinuchi hablando en voz alta, cada uno con una porción de pizza en la mano. Las porciones se inclinaban, se doblaban, se torcían en una curva que caía en dirección sur, casi tocando las mangas de cada uno. Me parece que las pizzas ya estaban frías, en tanto la charla tomaba calor, pero esto no influía en modo alguno en el estado de la comida.
Detrás tuyo, en tanto, Martinuchi y Octavia se miraban de tal modo que, cada tanto, uno de los dos desviaba la vista, que se posaba a su vez sobre otros nosotros que comíamos en una mesa cerca de la puerta. Ahí sí que comíamos con ganas, acompañando con vino moscato bien frío, según comentábamos ambos en aquella mesa. Yo los escuchaba bien, y también Octavia, pero no dijo nada.
En tanto, los  Martinuchi y Octavia que comían a nuestra izquierda se reían a carcajadas. Cuando el tenedor con el trozo de piizza amagaba con entrar en la boca abierta de Martinuchi, Octavia estallaba en risa. Del mismo modo, cuando una aceituna estaba a punto de ser mordida por los dientes de Octavia, Martinuchi no podía más y se agarraba el estómago y se cubría la boca de tanta risa que le atacaba.
De todos los Octavia y Martinuchi que poblaban la pizzería, nosotros éramos los más nerviosos.
Por qué, si nosotros éramos nosotros.
Y ellos también.

Martiuuchi Martinuchi Inspector Inspector Martinuchi

Por què blogo y no pizza

Pero vos, me dijo Octavia, por qué estás en el blogo.
Me tomó desprevenido, traté de no perder la calma.
Qué tal estuvo la pizza, le devolví.
Rica. Pero, por qué estás en el blogo.
Ah, qué cosa, me quiso marear. Pero yo se que el mejor remedio contra el mareo es girar en sentido opuesto. Reforcé mi contra:
¿Por qué te gustó la pizza? ¿Por la masa? ¿Por el queso? ¿Por el tomate? ¿Por el ajo? ¿Por la albahaca? ¿Por el aceite de oliva? ¿Por las aceitunitas verdes?
Por el orégano. Pero el blogo, por qué te pusiste en ese blogo.
Yo, me defendí, creo que la pizza es una excusa: vos, que tomás café, que te sentás a tomar café en un lugar que no es este, que te sentás lejos de las pizzas, cuando te sirven pizza, te agarras de… este..  yo…
Martinuchi, me cortó, ¿con quién te creés que hablàs?
Me tapé la boca.
Pedì agua.
Me trajeron mineral.

Martyy Nerr Profesor Inspector Martinuchi