domingo, 24 de julio de 2011

La pizza quema

Hoy, blogo querido.
Querido blogo, tanto gusto.
Tanto gusto a pizza, en la pizzería “El pétalo de oliva”.
Tanta pizza, que da para pensar.
¿Cuántas pizzas se amasan en esta pizzería?
¿Y cuánta gente entra aquí a comprarlas?
Mucha, pero no todos los vecinos de este barrio.
Ni todos los habitantes de la ciudad.
Pero… las pizzas son tantas… ¿quién se las come?
Porque, cada día, hay pizzas nuevas, con el aroma nuevito, no del día anterior, que quedó en la memoria y ya se lo comieron.
Ahora, las pizzas de anteayer eran tan frescas como las de hoy. Yo… ay… mejor no sigo con esto.
Estuvo Octavia.
Había entrado antes que yo.
Ya estaba sentada, pero no había pedido nada.
La saludé, y me senté en la misma mesa, que era, y esto no me sorprendió, la mesa en la que me siento yo cada vez que vengo aquí.
Pediste algo, le pregunté.
No, no pedí.
Yo sabía que no había pedido todavía, y ella se dio cuenta, pero no me dijo nada. No abrió la boca.
Por qué no te pedís un café, continué.
Café, no. Me cae mal.
Pero cómo, en el “Marte y medio”, ¿vos no pedís café?
No respondió.
Bueno, entonces pedite un te.
No. Yo vine a comer pizza.
Me vino un sudor en la nuca. Me sequé con una servilleta de papel.
Eso esta mal, Martinuchi, y me señaló con un dedo: ¿y te lo guardás en el bolsillo?
Me quedé callado, por las dudas, hasta que se me ocurrió decirle que aquí la pizza siempre te la sirven fría.
Como a propósito, llamó al mozo y pidió dos porciones.
Yo no pedí nada.
Tenía que observar.
Se la trajeron caliente, tan caliente que se quemó la lengua.
¡Viste!, le largué.
Ellla dejó de masticar por un momento: ¿viste qué?
Me puse colorado.
Pedí yo también.
Me la trajeron fría.

Idpefgt gofhv0s Insprc Ibs. InsEpector mMartinuccchi

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